De cuando la portátil de Laguna de Duero acogió una corrida de Victorino

Rodolfo Pascual a hombros en su alternativa


El alto precio de las entradas hizo que fuera escasa la afición congregada en los tendidos del coso portátil, encargado hace hoy 28 años, de cerrar la temporada taurina en la provincia vallisoletana con la lidia de seis toros del por aquel entonces ya afamado hierro de la A coronada. A través de las páginas de El Norte de Castilla rescatamos la crónica de aquella tarde en la que Rodolfo Pascual tomó la alternativa de manos de 'Mandanito':


TRIUNFAL ALTERNATIVA DE RODOLFO PASCUAL EN LAGUNA DE DUERO


Plaza de toros de "Laguna de Duero". Jueves, 12 de octubre. Seis toros de Victorino Martín, para José Antonio Campuzano (oreja y vuelta), Celso Ortega (oreja y oreja) y Rodolfo Pascual (oreja y dos orejas). Rodolfo Pascual, que tomó la alternativa, salió de la plaza a hombros. Un tercio escaso de plaza en tarde soleada y de agradable temperatura.


El toro se llamaba "Mandanito". Era un clásico berrendo de Victorino Martín, con abundantes kilos y pobre cabeza. Dio un gran juego. Quizá hubiese necesitado una puya más para reducir un poco la violencia de sus embestidas. Tras rodar por la arena, después de tres pinchazos y una casi entera, Rodolfo Pascual se convirtió en matador de toros. No es mal comienzo doctorarse con un "victorino" y cortarle una oreja. Rodolfo había brindado a su padre. Antes había toreado muy bien con el capote. Con la muleta la faena tuvo momentos muy bellos en los que Rodolfo corrió la mano y templó en algunos muletazos de cartel. En otros faltó el temple y los pases fueron menos limpios. Como corresponde a la responsabilidad del día, no terminó Rodolfo de centrarse con este toro. La faena tuvo altibajos dentro de un tono de gran calidad.

En el último de la tarde, que Rodolfo, de blanco y oro, brindó a su apoderado, Mabilino San Miguel, el diestro vallisoletano dejó sobre el ruedo de la plaza de Laguna de Duero su tarjeta recién estrenada, de matador de toros. Gran faena, Faena de un gran torero. Faena de gusto exquisito realizada toda ella con la mano diestra.

Alternativa triunfal la de Rodolfo, que abre de par en par la ventana a muchas esperanzas. Qué posee clase lo demostró ayer. Pero esto de los toros es muy difícil y hay que seguir demostrándolo todas las tardes. Ayer dio un paso importante. 


Poco público

Que nadie piense que las tres orejas que cortó Rodolfo y las dos por coleta que consiguieron José Antonio Campuzano y Celso Ortega fueron fruto de la generosidad de los tendidos. Fueron ganadas en buena ley. El público, escaso, no estuvo exigente, estuvo justo. Hay que tener en cuenta que, al contrario de lo que sucede habitualmente, hubo más aficionados que espectadores. El elevado precio de las localidades tamizó la concurrencia. Había que ser muy buen aficionado para pagar ese precio. Y la buena afición se lo pasó muy bien porque el festejo resultó muy bueno. Hasta se vieron colocar algunos puyazos en todo lo alto, cosa inusual en estos tiempos. Contribuyeron mucho a la brillantez del festejo los toros de Victorino Martín. Toros para recibir el Nobel de la Paz por su bondad y nobleza. Justos de fuerzas, pero con esa casta que les hace ir para arriba, todos fueron con alegría a los caballos, todos embistieron sin cesar, todos arrastraron el hocico por la arena. Un corridón del paleto de Galapagar del que desconocemos la varita mágica que posee para que sus toros sean siempre los mejores. En cuanto a su presentación, ya es otro cantar. Aquí los elogios tienen que tornarse censuras, aún sin olvidarnos que se lidiaron en una plaza de cuarta categoría. Hubo dos anovillados en exceso, y los seis poseyeron unas paupérrimas cabezas. Pero clase, tuvieron toda la clase del mundo.


El buen toreo

Con tal excelentes colaboradores tenía que haber buen toreo porque en el cartel figuraban tres artistas. Buen toreo hizo Rodolfo Pascual. Buen torero hicieron José Antonio Campuzano y Celso Ortega. Campuzano hizo una gran faena en su primero, al que mató en la suerte de recibir al segundo intento. Gran faena a su segundo, ene l que estuvo poderoso y dominador. Fue este cuarto toro de la tarde el único victorino con problemas. Con genio, pegajoso que se revolvía como una lagartija, encontró un torero que ha vuelto a encontrar el rumbo en su profesión y que ayer tuvo una tarde completa.

Lo mejor de Celso Ortega fue su toreo a la verónica, majestuoso, elegante. Con la muleta construyó dos faenas muy parecidas en las que logró algunos muletazos de gran empaque y belleza. Algunos pases, desmayando la muñeca, fueron primorosos. Incluso se adornó de rodillas en alarde de valor innecesario en torero de su clase. Sería mejor que se cruzase, que se enfadase algo, que se estrechase un poco más. Es Celso Ortega un gran torero que siempre se queda a medio camino. Y a la hora de matar, el último de la fila. Una pena en torero que puede ser de los primeros.

Todo amable de buen toreo y asistentes cabales. Tarde soleada y de agradable temperatura. Estuvimos en la gloria. Una tristeza que esto se acabe, porque noviembre acecha.


Bibliografía: El Norte de Castilla (13/10/1989)
Crónica: José Luis Lera



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