Una tarde de toros con los del Raso de Portillo en el Viejo Coso





Resulta curioso que aquello que otorga fama a los toros del Raso de Portillo -es decir, su antiguedad- sea a su vez, lo más desconocido para la inmensa mayoría de aficionados. Y es que, más allá de su dureza para la lidia, poco ha trascendido de los antepasados de los actuales toros del Raso, criados en comunidad durante siglos en las dehesas de Portillo.



Festejo taurino en la plaza del Viejo Coso


En un año en el que se festeja el 175 aniversario del emblemático hierro de Miura, al que se le atribuye el mérito de ser el único en la historia en anunciarse en las tres plazas de obra con las que a lo largo de su historia ha contado Madrid, los aficionados vallisoletanos deberíamos recordar a los toros de nuestra tierra por ostentar también el mérito de haber sido los únicos en lidiar en los cuatro escenarios taurinos de nuestra ciudad: Plaza Mayor, plaza provisional del Campo Grande, Viejo Coso y coso del Paseo de Zorrilla.

Y es que los toros de Portillo, aunque hoy olvidados por los empresarios de nuestra plaza, son la fiel representación de la tauromaquia vallisoletana por haber estado ligados a ella desde tiempos tan inmemoriales que aún no existe una fecha que date el origen de su existencia. A fin de conocer más sobre aquellos indómitos toros castellanos y, a su vez, mostrar cómo transcurrían las tardes de toros en nuestro Viejo Coso, rescatamos una crónica del festejo celebrado el 23 de septiembre de 1862 en el que fueron lidiados 7 toros "de cinco yerbas" de Don Toribio Valdés y Braulio Sanz:


Parte de la crónica recogida en la prensa taurina



Tercera corrida celebrada el día 23 de septiembre


Con el cielo despejado y un calor mas que regular,se verificó en la tarde del martes la tercera media
corrida de loros, de Portillo, pertenecientes a dos ganaderías ya conocidas. A las tres y media y presidiendo la plaza el señor Gobernador civil, como en las dos corridas anteriores, sonó el clarín y salió a la arena el primer bicho,luciendo divisa encarnada, que indicaba la ganadería de D. Toribio Valdés.

Baraonda se llamaba, negro, berrendo, bien armado y de libras, se presentó levantado, recibiendo algunos puyazos al paso, hasta que parado, admitió de buen grado cuatro varas de Calderón, al que
mató el miriñaque que montaba, dos de Ángel que llevó dos porrazos, y una de Muñoz que también le valió besar la tierra hiriéndole además el caballo. Tres pares de rehiletes, puestos por Mota y Sánchez, bastaron la presidencia para disponer la ultima muerte. Armado Cuchares de muleta y estoque y previo el brindis, que no entendimos, porque la plaza de toros tiene pocas condiciones oratorias dio a la fiera tres pases al natural, despachándole de una corta y algo baja y descabellándole a la primera vez que lo intentó.

Escalorado, fue el segundo, divisa blanca y verde propia do la ganadería de D. Braulio Sanz; negro, bragado, bien armado y de piernas, recibió cinco varas de Ángel, matándole la sanguijuela que
montaba y cuatro de Calderón, al que también alivió otro escuálido jamelgo. Muñiz y el Cuco, le regalaron tres pares de pendientes, y hecha la señal, se presentó el Tato, que vestía rico traje de verde bordado de oro. Con tres pases al natural, uno cambiando y otro dando media vuelta, pudo señalarle una estocada baja y en hueso, que hizo poner al toro en huido y escupirse del engaño hasta el punto de tener que sufrir otra baja, también en hueso y tres bien señaladas aunque cortas.

Pajarito fue el tercero, con divisa encarnada; negro bragado, con dos buenos alfileres, salió levantado,
recibiendo cinco varas de Calderón, que rodó por el suelo con tan mala fortuna, que quedando descubierto, solo la maestría del Curro le evitó una cogida muy segura. Ángel le puso tres varas recibiendo un bien merecido trompazo, al perder el elefante en que se hallaba colocado. Le pusieron
Mariano Antón y Cabo, tres pares de adornos y el Cuno le mató de una buena, algo corta y tendida.


Plaza del Viejo Coso


Cardoso, fue el cuarto, con divisa blanca y verde, nevado, buen mozo y bien armado, tomó cuatro varas de Pinto y tres de Ángel, al que hirió la cabalgadura. Le pudieron Mota y Sánchez, dos y medio
pares de argumentos punzantes y el Talo se presentó a matar. Este toro que al principio se manifestó
boyante y pegajoso, se hizo querencioso y aplomado para la muerte, poniendo al diestro en no
pocos apuros para aprovechar un momento, que no se presentó, teniendo que darle dos estocadas cortas, dos golletes y una corta y algo baja.

Ginete fue el quinto, de D. Toribio Valdés, y bien pudiera llamarse revolucionario ó bullanguero á juzgar por la zambra á que dio lugar por su estatura pigmea y poco recomendable para figurar en la
plaza. Negro, cornicorto y muy pequeño, apenas salió, pidió el público á grandes voces que lo retirasen al corral, por no creer que fuese de la edad requerida. La autoridad sin embargo que estaba mejor enterada, no accedió á la demanda y dispuso que continuara la lidia, tomando el bicho una vara de Pinto, y un marronazo de Ángel, que le abrió la piel del cerviguillo, siendo causa, de que el público se exasperara mas de lo que estaba, armándose una de cortezas de melón, que convirtió !a plaza en un corral El Sr. Gobernador que en tan crítico momento, supo comprender lo que podía calmar los ánimos, mandó que se retirara Ángel, imponiéndole una multa do 200 reales y algunas horas de cárcel. Esto solo bastó para que diera fin aquel inocente escándalo y continuara la función, picando alternativamente Charpa, Muñoz y Pinto, al que también impuso la autoridad otra multa de 100 reales, por,no cumplir con su deber. Dos pares de banderillas bien puestas por Matías y Cuco, anunciaron al toro su próximo fin y Cúchares lo despachó de dos estocadas cortas pero ;bien señaladas.

Berruguero fue el sexto de D. Braulio Sanz, negro, bragado, boyante, pegajoso y de libras, tomó
cuatro varas del Coriano, recargando tanto que si el Tato no le hubiera sacado una vez el toro acaso
no lo pasara bien el ginete.; cuyo arre quedó en la plaza. Otras tres tomó de Charpa, al que mató el
armazón que montaba,, y una de Muñoz que también se apeño por las orejas. Le pusieron dos pares de banderillas por Cabo y Antón y lo despachó el Tato de tres cortas en hueso, una baja, y otra baja
también y algo atravesada. 

Habiendo dispuesto el Sr. presidente que hubiera toro de gracia, salió a la plaza el Cuervo, á nuestro entender cunero, negro listón, cornigacho y de libras, tomando hasta seis varas y algunos puyazos de Pinto y de Muñoz, a los  que mató las sabandijas que les servían de base. Le pusieron tres pares de banderillas, el Maestro y al Tato, dos al cuarteo y uno a media vuelta, despachandole el sobresaliente Mariano Anton, de una buena algo cruzada. 


Resumen de la corrida


Crónica extraída del Boletín de loterías y toros del 21 de octubre de 1862










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